AL PRINCIPIO, CUANDO INGRESÉ al negocio, invertía mucho de mi tiempo en trabajar con doctores jóvenes. Pasaba entre 10 y 12 horas al día en un hospital llamando a los residentes e internos con la esperanza de que, si hacían negocios conmigo en ese momento, en el que pasaban por dificultades económicas, nuestra relación daría sus frutos y se volvería rentable cuando estuvieran ganando más dinero.
En 1969, mientras me encontraba en un hospital de Chicago, Illinois, le pedí a una joven de 26 años llamada Rosemary que conversáramos sobre las opciones disponibles sobre un seguro de vida básico.
Solo le preocupaba una cosa: había sacado préstamos para pagar sus estudios de medicina y temía que, si algo le pasaba, sus padres cargaran con todas esas deudas.
Decidió primero adquirir una póliza muy pequeña, de $25,000 USD.
Acepté su solicitud y le dije que lo mejor sería que me diera la prima inicial, ya que la compañía se haría responsable del riesgo incluso con el mínimo, hasta que se evaluara la información médica.
Respondió: “Sinceramente, preferiría no hacerlo, porque estoy un poco corta de dinero por el momento. Esperaré a que se emita la póliza para pagar”.
En ese momento, pensé que estaba bien. Me alegraba haber conseguido la solicitud; era joven en el negocio.
Entregué la solicitud y la aseguradora comenzó a procesarla. Luego llamé para iniciar con los exámenes médicos.
Unos tres o cuatro días después, cuando me encontraba de vuelta en el hospital hablando con otro médico, escuché que Rosemary había fallecido.
Al día siguiente de nuestra conversación, sufrió una embolia pulmonar y, aunque logró recuperarse del primer episodio, desarrolló un segundo coágulo que la mató mientras se encontraba en su habitación del hospital.
Esta situación me bajó los ánimos, porque le había fallado. Si hubiera insistido un poco más para que me diera el depósito inicial, sus padres no se hubieran visto agobiados con la deuda.
Han pasado 50 años desde que eso ocurrió y aún no he podido superarlo.
Desde ese día, soy más firme al recomendarle al posible asegurado que adjunte dinero con la solicitud. No tiene nada que perder y tiene mucho que ganar, sobre todo si su estado de salud cambia repentinamente o si fallece antes de que se emita la nueva póliza.
Brian Ashe es miembro MDRT desde hace 48 años de Lisle, Illinois. Fungió como Presidente MDRT en el 2000.
Contacto: Brian Ashe bashe29843@aol.com